20 abr 2012

Salir para entrar.

No os asusteis, madridistas. Esto no es un alegato culé, ni anti-culé. No es una crítica madridista, ni hacia el madridismo. No encontraréis críticas hacia un equipo concreto.
Esto se sale del fútbol, para volver a entrar en él.


Empezamos por la imágen. He escogida ésta porque además de bonita (fotográficamente) refleja algo que todos andamos buscando: felicidad. Mirad la cara de Xavi, y sobre todo la de Andrés. Satisfacción, trabajo bien hecho.

Vivimos en tiempos muy negros, rodeados de palabras ininteligibles, sólo aplicables al parqué en el que habitan los malvados valores bursátiles. No obstante, sabemos que sus significados son negativos, y sin saber de dónde llueven los golpes, cada vez queda menos en el banco. Así van años. Sin embargo, en el mundo (y especialmente magnificado en este país) hay una válvula de escape diferente al resto. El fútbol.
El Mundial fue el punto de inflexión, el momento que me hizo darme cuenta de esto. TODOS acabamos con una sonrisa aquella noche. Todo se nos olvidó, nuestros corazones se inundaron de felicidad, y ni la resaca del día después sirvió para achicar la alegría. Fue, por cierto, el último campeonato alegre que vi.
Los malos tiempos, váyase usted a saber por qué, se han trasladado al maravilloso deporte del balón.

Por eso estoy francamente triste. Amo el deporte, de verdad, cualquiera. Por transmitir felicidad a la gente, por motivar a los jóvenes y por inculcar una serie de valores a las personas. Valores que se están perdiendo.
La violencia, las quejas, las protestas y la polémica están a la orden del día en cada partido. Ya no podemos disfrutar de una jornada sin pensar en Villaratos, Platinatos, Unicefatos y demás sandeces. Se presuponen cosas tristísimas como las compras de partidos (tanto por lado blanco como por azulgrana, todo depende de quién gane y quién no).

Nos hace falta una desintoxicación de fútbol. Un fin de ciclo. No del Barça, ni del Madrid. El ciclo más importante de todos, el del puro deporte.

Aceptar el fracaso, hacer gala de la mejor educación posible, y levantarse al día siguiente sabiendo que entrenar, entrenar, volver a entrenar y luego mejorar es el único objetivo. Tener siempre delante el mejor eslogan que se puede tener, aplicable a la vida: "Los grandes equipos se miden por las veces que se levantan".

Olvidaos de los árbitros, de Villar, del Barça, del Madrid, de patadas, de penaltis, de Bayerns y Chelseas, de Champions y UEFAs, de Ligas y Copas.

Recuperad la sonrisa en los partidos, despojaos de los nervios y vivid los 90 minutos sobre el césped de vuestro equipo como algo único e irrepetible. Disfrutad, saltad, sufrid, llorad. Aplaudid en el triunfo y enorgulleceos en la derrota.
Olvidad todo lo que hemos aprendido. Salid de este fútbol amargo. Respirad aire limpio, desintoxicaos, y volved a entrar en la luz. En los 90 minutos de gozo. En el fútbol que a ti y a mi nos gusta.

El de verdad.

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